La nada. En la lluvia de 2009
Todavía te recuerdo Aurora, todavía mis manos saben a ti y se que todavía me encuentro en tus muslos y en tus senos, en ese pensamiento perenne y en ese palpitar constante.
Caminé, recorrí gran parte del mundo arrastrando mi sombra, poco a poco llegaron otros días y hoy estoy aquí, ante otra pluma que grita Aurora.
CARTAS A&A
La nada. Enero de 2006
Te escribo esta carta Aurora por que creo que es lo único que pudo hacer, todo aquello en lo que creí se ha desmoronado.
Hoy estoy en el último ocaso del café Duval, han empezado a retirar los cuadros, en las paredes quedan impresas pláticas de muchos días, las marcas incrustadas de los viejos muros se resisten a partir, el café también es suyo, el polvo surge de entre los sofás, esos que hicimos nuestros la primera vez que nos besamos.
Sigo triste, en mi escribir no podrás notar las pausas y los tiempos, no veo que quede algo en píe, siempre estuvimos equivocados, aquél día que dijiste que el amor era universal, que la razón entorpecía el curso de la vida y que el miedo siempre es algo superable, pensé que había encontrado a Dios, que debía llamarle Aurora, ponerle un vestido claro y cabellos largos, supe que el paraíso estaba en tu sonrisa. Cuan errado estaba.
Recuerdas esa tarde, la lluvia había ceñido tu ropa, en medio del humo y del olor a tabaco apareciste, sabías que te esperaba y no obstante caminaste hacia otra mesa, reías como siempre y yo me mordía las ganas de tenerte.
Hoy la sigo recordando, terminamos en mi apartamento y me dijiste – lo siento, no puedo – deseaba que hubieras dicho lo mismo en el tiempo de los otros pero, olvídalo, siempre tuve dudas.
Aurora, ya te has ido, esperaba muchas cartas tuyas, deseaba que cumplieras conmigo esa frase que decías – Amar es afilar las uñas y no dejar ir a la presa – dijiste que me amabas pero ...
Es mejor no recordar el ayer, las tumbas nunca estuvieron más abiertas que hoy, me sigue doliendo tu partida.
¿Sabes? Te sigo amando, es inútil que lo diga, pero quiero que entiendas que no amo tu cuerpo, ni las palabras que fingías, no extraño la voz clara ni las ideas incoherentes que decías, lo que amo es el ser completo, la diosa que decías te había yo hecho ser.
¡Cuanto tiempo ha pasado! Espero que las noches sigan ocultando la cara de Selene, y que ahora donde estás hayas encontrado a tus duendes, creo que se te han olvidado todas las tardes en que nunca me hablaste de ellos, no importa, sabía que los buscabas.
Te mencionaba que no encontraba aquello en lo que creí – es cierto, ese era el propósito de la carta – ayer vi a un joven con la camisa de Ernesto Guevara, - que mal me siento mencionando la palabra joven, soy tan viejo- fue increíble que se bajara de un auto y no volteara a ver a aquellos indigentes y sintiera la pena que nosotros sentíamos, como ha cambiado el mundo Aurora.
Hacía mucho que no iba a casa de mis padres, tumbaron los árboles, fue duro que no me doliera, de aquella zona ya no quedan amigos, unos han muerto, otros se han ido a fundar familias.
La otra vez tuve la absurda idea de rezar y lo hice, no tenía a quien llamar, busqué entre mis libros una Biblia, no la encontré, pero apareció un Corán y me dispuse a conocer a Alá, sólo me faltó mi turbante, la escena fue graciosa, estaba sentado mientras observaba la cuarta sura, por un momento temí que apareciera primero el libro de las citas del presidente Mao, pero no, Mahoma se dispuso en mi camino y me dio algo de tranquilidad, leí que el paraíso musulmán es un lugar con fuentes de agua dulce, dátiles y creo que miles de vírgenes, quizá me convierta al islamismo.
Te estuve esperando Aurora, te esperé cuando tenía seis años, cuando salí de la primaria, te esperé en mi primer cigarro y ahora que estoy solo te sigo esperando.
Supongo que tu tiempo ha de ser muy breve, no te importuno más.
Por siempre tuyo
ARTURO
P.D. Ya se que es absurdo escribir algo después de lo escrito pero:
Aurora, aunque llueve cada día, y al sol no se le ha olvidado salir cada mañana, en esta parte del mundo la gente sigue muriendo.
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La nada ya marzo 2006
Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada?
Bueno, vete... Podemos despedirnos.
¿Ya no tenemos nada qué decirnos?
Te dejo, puedes irte...
Aunque no, espera, espera todavía
que pare de llover... Espera un rato.
DESPEDIDA
PAUL GERALDY
Antes de ti, en ti y después de ti.
Rara forma para empezar una carta Aurora, pero traigo esas palabras clavadas desde hace algunos días.
Desapareció el café Duval, ahora sólo quedan nostalgias de viejas conversaciones y en forma particular, me mata la nostalgia de ti.
Creo que nunca olvidé contar cuantos besos se necesitaban para cubrir tu cuerpo, creo también que nunca olvidé decirte que te quería, se que me será difícil olvidarte, me pregunto cuan fácil para ti ha sido olvidarte de mi.
Ayer hubiéramos cumplido años de noviazgo, supongo lo olvidaste, si no fue así, que bien lo disimulaste, pero que puedo hacer, siempre me ha gustado interferir en la vida de los demás y hoy me doy cuenta que primero tengo que influir un poco en mi.
Se acabaron los dioses, murieron una mañana en que aquellas sirenas posaban para un infame, pero la penitencia no desaparece, cuánto mal nos habremos hecho Aurora.
Ya no se si tú eres mi catarsis o lo es esta estúpida pluma, tenía ganas de escribir y no quiero ahogarme, no encuentro a la persona que me lleve al cielo o me haga caer hasta el infierno, no encuentro a aquella.
¿Me amaste? Pregunta inútil ahora, la respuesta no cambiaría algo pero sigo preguntándome por qué nunca lo tuve claro, por qué siempre dude de lo que sentías por mí.
Hoy hay ceniza en la frente de las personas y nadie se arrepiente.
¿Qué pasa en ese mundo que me parece tan extraño, Aurora? Sigues siendo aquella mujer que tenía miedo pero que hacía que las cosas parecieran fáciles, sigues – lo supongo – siendo directriz de muchas vidas, y yo estoy a punto de hacer las cosas fáciles lo mas difícil posible.
Existió una vez una cabaña, en ella lloraba un monito, en ella paría una gata, en aquella cabaña nadie pensó en nosotros, también hubo una vez una casa, en ella vivía la gente, en esa casa las personas permanecían en una realidad diferente a la mía, en ese lugar te querían a ti y no a mi y nunca, nunca te atreviste a decirles que tu al menos me querías a mi.
Me voy, quizá el camino me acerque un poco a ti, hace rato escuché el murmurar de un árbol y mencionó muchas cosas, tienen un lenguaje sumamente curioso, espero no se equivoque.
Ya no tengo ganas de escribir, te llegará esta carta a muchos días de mí, quizá la leas y recuerdes que alguien del otro lado del planeta te sigue soñando.
Te quise mucho Aurora, mujer, te quiero mucho vaso inagotable, te quiero mucho amiga, amada y amante.
Desde aquí.
ARTURO
P.D.
En esta parte del mundo sigo muriendo.
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La nada Otoño 2006
Estoy harto de la tristeza, de la nostalgia, llegó la caída de las hojas y su quebrar ya no susurra tu nombre, ahora susurra todos los nombres.
Te he engañado, te fui infiel con otras sonrisas, con otros rostros, en un momento parecía que te habías ido, pero sigo pensando en ti Aurora.
Sigues lejos, ¿dónde? ahora no lo se; tu dirección se ha perdido, estas en los rincones de los recuerdos del café Duval.
Es tarde, mis manos siguen escribiendo cartas que parece no quieres responder pero ya no eres tu mi catarsis sino este estúpido movimiento de dedos.
Cada día me atraganto con los olores, el tono verde huele a ti, la ausencia de colores a mi, todo me parece lleva la fragancia de nosotros pero sigues lejos.
Aurora, por qué te bebí, aquella noche me orillaste a cometer todas las ignominias y las locuras posibles, mi hiciste arrodillarme ante tu silueta y todo; y todo fue en vano.
Encontré a tus padres cerca de mi casa, pensé que vendrían a darme noticia tuyas y tuve miedo, con mi constante valentía di vuelta a la calle y esperé en el parque a que se fueran.
En qué otra parte del mundo estarás ahora me pregunto, en qué parque o en qué café pasaras tus días; lo ignoro.
Escribo hoy prometiendo que no lo volveré a hacer y con la conciencia de que mañana estaré con otra hoja y que con otra pluma escribiré tú nombre.
Aurora te quiero, en esta nostalgia se que aun te quiero, en esos besos que regalo y en todos los ojos que me miran se que estás.
Si sólo respondieras
Me voy Aurora, cambio al igual que tu mi dirección, recorreré los rincones del mundo para saber que no quiero encontrarte y que forzosamente nos encontraremos.
Mi Lisset, mi Beatriz, mi gran Inés. Mi Nadia, Aurora te amo.
P.D. Quizá ahora tu seas la que, en esta etapa, estés muriendo.
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La nada noviembre 2006
…pero tú has enamorado mis manos,
ataste mi deseo,
cogiste mis ojos como dos peces.
Por eso estoy a tu puerta, esperando.
TU TIENES LO QUE BUSCO
JAIME SABIENES
AURORA
Me fui esta tarde, la penumbra ocupaba el todo de mi viejo departamento, fueron momentos lentos, eternamente lentos, mis manos temblaban en cada libro que se arrinconaba dentro de las cajas, mis puños se quemaban con cada cigarrillo que me entregaba la nostalgia y mi sonrisa se perdía en las fotos tuyas que decoraban mi habitación.
Llegó el adiós, el frío corre por las calles ululando tu nombre, tu silueta.
Se que escribiste, me llegó la carta en la que dices que aún me recuerdas, tantas letras y tantas oraciones para un simple sentimiento, que será de la melancolía de nuestros cuerpos.
Tengo miedo. Hoy me fundo con el tiempo, escapo a la posibilidad de un reencuentro, de saber que podemos volver a ser uno, Aurora, no se que hago.
No pensé que guardaras todavía mi primer verso, el papel añejo con el logotipo DUVAL parecía haber recorrido mucho trecho, cuando llegó junto a tu carta supe que el sabor de tus manos venía impreso en él, será que tu necesidad de mi la depositabas en aquel “te quiero” mal impreso, o mi esperanza de ti me hace pensar eso.
Caminé por la ciudad, aspire cada recuerdo de nosotros, el café no existe ya, las banquetas se han impreso de otros cuerpos, de otros rostros tan distintos, de otros tiempos.
Cada hora hablo contigo, con el recuerdo, el pasado me aprisiona con tu nombre, estas torpes manos no pudieron aprender a cubrir otros cuerpos, qué es de mi.
Aurora, nombre dulce y cálido, mujer hermosa y amante extrema, tus lágrimas de nuestro último sexo me dijeron que sólo fuiste mía, que no hubo un antes para ti antes de mi.
Me fui, Aurora, Arturo ha muerto en esta tarde, la tierra extraña de donde partí me llama, no me busques, nos encontraremos luego, nos escucharemos en la nota de la canción triste, nos veremos en el amanecer del sol cansado, nos tendremos en el ayer que no nos abandona.
Adiós Aurora.
P.D. No puedo dejar de morir en cada instante que recuerdo que te quiero.
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La nada dos años después
Aurora, he vuelto, mis pasos rondan nuevamente estas calles, y en los muros del viejo café veo nuevos letreros y escucho otras risas que, como sin querer, fueran las de nosotros que han quedado aprisionadas.
Se que has vivido, que el ritmo de tus pasos no ha cambiado y que tal vez con mi parsimonia y mi empeño de ser ante otros un hombre recto también yo haya vivido.
No he podido dejar de pensar en ti, mis manos no olvidan tu silueta, ni la mente me ha despojado de ese recuerdo de humedecerte la lengua y las nalgas, no puedo dejar de pensar en tu primer orgasmo, en como después de algunos hombres por fin apretaste tus puños y golpeaste mi pecho dándome las gracias; prosaico, tal vez, pero la moral y el decoro los habíamos destrozado en mi cuarto, en tu sala, en esos viajes de autobús y en esos hoteles de poblaciones lejanas y es por ello que no tengo reparo en escribir estas palabras.
Es cierto, te recuerdo, pero poco a poco el tiempo ha hecho que la idea se convierta en un grato sabor de lo pasado, tal vez se haya perdido la intensidad pero no la esencia, me alegra estar acá, aunque sea sólo unos días, impregnarme del mismo Sol y del mismo aire en que nos conocimos.
Ahora se que te casas y que es un hombre bueno, felicidades, yo he tenido dos relaciones fallidas y varias aventuras de una noche, tal vez no hayan completado mi alma, ni se hayan convertido en mis cómplices, tal vez en el futuro encuentre a otra mujer que te remplace.
Entraré al nuevo café y buscaré con las manos las notas de ese jazz sabes me embriaga, hablaré con los fantasmas y jugaré, como diría el poema, el largo, el triste juego del amor.
Aurora, dejaré esta nota junto a la verja de tu casa, allí la encontrarás junto con los días añejos y los deseos nuevos.
Con afecto Arturo.
P.D. Tal vez después de tanto tiempo hayamos aprendido a perdonaros.