Ignoro en suma cómo hemos penetrado en el sueño de este ser, los sentidos, esos que creo poseer, se han ido despertando en la noche de un temible lagarto, que, entre imágenes, nos ha dado vida.
Existe un sol radiante que dura menos que un día del Dios falso que ha surgido por nosotros, - o por él – son incomprensibles los disparates que se arrean en nuestro transitar sombrío, nos hemos encerrado en una superficie de 64 escaques con permutaciones infinitas, queriendo comprender lo absurdo del lado verde de nuestra realidad. Su piel corrugada es similar al del zoológico, aunque su tamaño es tan pequeño que es increíble que vivamos dentro, nosotros como ideas somos gigantes infinitos, hacedores también de sueños.
En el ciclo indescriptible, mas siempre irremediable, el suave andar de una manecilla se deforma en formas eternamente complejas, con una ella –para mi- que no existe y que toco y acaricio deliciosamente. A veces parece que no estamos ahí, sino aquí donde existimos; pero una lágrima en su parpado nos llena de incertidumbre en temblores, pues es notorio que nosotros lo cimbramos en espíritu y hasta queremos devorar su alma.
Misterio impenetrable son sus caprichosos gustos de muerte y de luciérnagas, de enormes aves complejas con policromos plumajes, es más, de explosiones y alcancías como si realmente quisiera crearlos.
Un día llorarán las paredes, y nosotros pereceremos lánguida y detenidamente en minúsculas burbujas donde cazaremos cocodrilos por coraje.
Un día despertará matando entre sus sueños a nosotros y morirá al despuntar un alba, un día pasará al igual que ha pasado en nuestros sueños.