Hoy es uno de esos días extraños, una noche de octubre y un Sol de marzo calendarizado Enero.
Hay un remolino bajo mi cama, algo como un patinador empeñado en enterrar mi bolo alimenticio.
Sopla el viento, allí van pedezos de arena de mi caja.
Ernesto vive en la casa y no me ha telefoneado, aunque mis pata vuelcan una y otra vez el teléfono; sin oir su voz, yo sé que es él quien marca.
Ayer parí, mis hijos nacieron sobre una canadiense olvidada repleta de lana, esta se abría a las órdenes de un báculo mágico y nos regalaba su interior.
Pobre Ernesto, una vez más su deseo de levantarse en armas ha fracasado.
Maldito olor, maldito, huele ácido, un ácido gris que inunda la habitación y no es polvora, tengo un recuerdo de ayer que parece más añejo, entre café y mate.
Han dado las once, arriba de la cruz suenan los metales llegando al infinito, no hay más caminos más que los que conducen al infierno y esos están ya muy saturados, pobre Ernesto, él sigue soñando con su democracia.
Nos han robado la botas.
Necesito un trago acompañado de un somnífero, pero no, tengo que empezar a amamantar.
Maldito sexo.
Oh Tlaloc ¿dónde estará mi amigo el puma?
¿Que debralle te traes?, ahora sí fumaste el churro escondodo en tu cajetilla, verdad?
ResponderEliminar